De lo cotidiano

Bitácora de Dalina Flores

Sobre la diferencia y otros fantasmas

Hace mil millones de años, cuando era chavita, mis papás me enseñaron algo que me ha salvado la vida tres mil cuatrocientas veces… por lo menos me ayudó a tener una infancia y adolescencias muy campechanas; sin tener que sufrir acosos ni buleos. No sé cómo pasó, pero de pronto, ser diferente era el mayor de los privilegios y bienes. Lejos de fomentar una imagen adecuada y correcta socialmente, a mis papás les encantaba que mis peinados fueran loquísimos, que mi ropa no combinara, o que usara la de mis hermanos o de mi papá… claro que me decían: ¡Ay, nena, mira nada más qué fachas!, pero eso no implicaba que tuviera que cambiar mis decisiones. Muchas veces, mi madre, particularmente, contribuía a construir mi diferencia, haciéndome ropa desfachatada, o ella misma tiñéndome el cabello de azul. Recuerdo que algunas veces me iba a la secundaria descalza, o con un taparrabos hecho de dos paliacates amarrados. Otras, tardaba horas poniéndome veinte o treinta collares o maquillándome serpientes o mariposas en la cara. Sin embargo, también, ya en la prepa, un día podía vestirme con los chiquishorts más escandalosos, una blusa sicodélica y botas mineras, y al otro día, llegar con un vestido rosa con encajes (de muñeca de pastel), medias caladas, tacones, guantes y sombrero de ala ancha. Recuerdo que el maestro de literatura, cuando estaba explicando el barroco, dijo: así como Dalina: un día es luminosa y al siguiente muy oscura. Puro extremismo y polarizaciones… pero no quería hablar de eso.

 

En un mundo estandarizado, ser diferente es un valor poco apreciado. De hecho, se desprecia a quien no cumple con los requisitos impuestos por los grupos sociales para cohesionarse. Pero creo que lo más importante, en la educación para nuestros hijos es darles la oportunidad de crecer siendo distintos, auténticos, sin que ello les genere el desprecio de los grupos con los que convive, es decir, apoyando sus decisiones y promoviendo con ello su fortaleza. No se trata de fomentar ‘la locura’ pero sí la autonomía, algo que en esta ciudad no se valora. Al contrario; si alguien no toma el rumbo ‘adecuado’, de acuerdo a estándares sociales vacíos, absurdos y caducos, será víctima de un rechazo sistematizado hasta que la sociedad lo subyugue y lo someta. Este desafortunado proceso es evitable si mostramos a los pequeños que ser diferente es una ventaja que nos permite la libertad.

 

Al llegar a Monterrey, ya como adulta, he sufrido discriminación y desprecio en algunos ámbitos porque, evidentemente, no cumplo con los estándares de la ‘gente bien’ regia. Y no soy jipiteca, ni indigenista, ni chaira, como les encanta etiquetarme. El término es lo de menos. Lo terrible es que, marcados (o limitados), por la tradición positivista del pensamiento euclidiano, tratamos de acomodar todo en casilleros, esperando que cosas, personas, situaciones se adapten y quepan en los espacios que les han sido asignados culturalmente. No hay nada más aburrido, predecible y útil que lo estandarizado. Pero quienes viven bajo la lógica de la integración acéfala en grupos ritualísticos, se sienten seguros en ese esquema. Se sienten más fuertes. Es importante que, independientemente de la nobleza que implica la construcción de la comunidad, lo hagamos en la medida particular de nuestras aspiraciones (lo cual no es ni individualista ni egoísta). Es decir: yo puedo creer en la importancia de la educación para transformarnos; sin embargo, eso no implica que para sumarme a este esfuerzo tenga que ‘parecer’ una maestra respetable (de acuerdo con modelos preestablecidos), a partir de mi apariencia, para tener credibilidad. Creo que es más constructivo sumarme desde la diferencia y coadyuvar a la construcción de la integración de un mundo diversificado.

 

Lo que me ayudaron a construir mis padres, entonces, ha sido vital para que cuando alguien me ha dicho que qué lindo inspiro a los alumnos, pues se dan cuenta de que hasta alguien como yo puede llegar lejos, o cuando me preguntan, con una sonrisa dizque solidaria, que a qué grupo étnico pertenezco, no puedo sino sentirme única y orgullosa de ser quien soy. Y lo que más quiero en este mundo es que todos tengan la fortaleza para defender su autenticidad y su autonomía. Y eso, en gran medida, se logra leyendo literatura (a pesar de que digan que leerla no sirve para nada más que para el gozo). Y en contra de lo que recomiendo en mis cursos de redacción, finalizo este escrito con una oración entre paréntesis, -porque, efectivamente, el texto terminó antes de esta cláusula aclaratoria.

2 thoughts on “Sobre la diferencia y otros fantasmas

  • ANNIE MORENO dice:

    Querida prima, al leerte el espíritu se libera; y sin querer me remonta a lo que cotidianamente vivo en mi trabajo, como sabes, soy psicóloga de educación especial, y trabajo permanentemente con padres de familia. El amor de un padre o una madre lo acepta todo, pero siempre es necesario un poco mas de fuerza cuando tienes un hijo con discapacidad, un hijo que es diferente a los demás; tu escrito me ayuda en eso, a analizar con ellos (los padres y madres) lo que realmente sienten. Gracias por ser como eres. Te amamos inmensamente¡¡¡¡

  • Roberto Maldonado Espejo dice:

    Querida Darlina: felicidades mil. Creo -porque soy más de creencias que de saberes- que educar es eso, la integración de individuos comunitarios y no la reunión de hormigas con fantasías. Te admiro mucho y te quiero más….

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