De lo cotidiano

Bitácora de Dalina Flores

Sobre heroísmo en la literatura contemporánea

La literatura nos ha llenado de héroes al recuperar su esencia de los mitos. Sin embargo, a lo largo de la historiografía literaria nos encontramos con que el perfil del personaje heroico se ha ido matizando de acuerdo con los valores que enmarcan una cultura. De Héctor y su entrega total por la familia y la patria, ya no queda nada. Nuestros héroes literarios, como bien lo mostró el romanticismo, también han estado plagados de comportamientos ‘erráticos’ que los ubican en el extremo opuesto. Sin embargo, esas caracterizaciones manidas y maniqueas ya no son frecuentes en la literatura contemporánea, donde los héroes son mucho más complejos, y llenos de matices que, alegremente, los hacen más humanos.

La saga de El libro de los héroes, de Antonio Malpica, es una propuesta literaria que parte, precisamente, de la complejidad de sus personajes y de una serie de recursos que logran establecer con el lector, desde el primer momento, un pacto ficcional muy sólido, a través de la creación de emociones intensas, vívidas. Su narrativa nos involucra directamente en la ficción, al hacernos partícipes de los conflictos donde se juegan la vida personajes tan verídicos (pero no al estilo realista) que es posible sentirlos respirar a nuestro lado. El autor logra este efecto a través de un complejo entramado de recursos donde sobresalen la ambientación (a partir de la construcción de un contexto muy cercano al lector) y la complejidad en la configuración de los caracteres.

La narrativa de Antonio Malpica, como hemos dicho en otras ocasiones, es  ‘cinematográfica’, por su capacidad de reflejar, desde un proceso tridimensional, ágil y plástico, las secuencias que plantea la trama. Estos conflictos, además, tienen la peculiaridad de abordar temas y personajes sobrenaturales, sin dejar de ser muy cercanos al lector. El universo de héroes y demonios que pueblan sus historias, más allá de cumplir con su rol narrativo, fungen como simbolizaciones de la compleja condición humana, por lo que su lectura resulta muy seductora.

Desde el género negro, donde se combinan elementos policiacos y sobrenaturales, el autor expone una intriga universal: la eterna confrontación entre el bien y el mal, pero no desde una postura moralista ni evangelizadora. El lector, por ello, se enfrenta a la posibilidad de vivir un proceso de crecimiento particular, regido por la toma de decisiones en las que acompaña a los protagonistas.

El heroísmo de sus personajes está construido como una alegoría del valor, y de los intrincados hilos que se entretejen en las relaciones humanas. Sin embargo, Malpica no propone, desde su narrativa, modelos conductuales que resulten paradigmáticos, sino condiciones complejas y naturales emparentadas con la cotidianeidad de los propios lectores. Las fronteras entre lo tradicionalmente considerado como correcto y lo incorrecto se desdibujan para darle forma y proyección a la psicología de sus personajes.

En la saga que nos ocupa, el autor ha apostado por un terror que no escatima en recursos de la novela negra para generar un miedo que llega a lo sobrenatural de tan humano y próximo. Malpica conduce al lector a un universo que va más allá de lo paranormal y que, paradójicamente, lo hace reflexionar sobre la complejidad de nuestra propia naturaleza. Si bien es cierto que el entramado de la historia presenta una serie de elementos que podrían inscribirse en la tendencia comercial de la literatura juvenil contemporánea, es justo decir que el tratamiento de sus recursos y el ritmo narrativo le confieren una fuerza estilística enriquecida por su evocativa intertextualidad, pero sobre todo, en El libro de los héroes conocemos, y hacemos nuestros, con profunda emoción, a personajes que son verdaderamente entrañables: vivimos con ellos.

De acuerdo con Ernst Bloch, la literatura posee una ventana utópica donde se asoman o esconden los sueños del lector. De esta manera, El libro de los héroes ofrece un universo en el que se pueden desfogar nuestros deseos; es una ventana que nos deja entrar a la ficción en la que seremos puestos a prueba, junto con los protagonistas; sentiremos curiosidad y creciente intriga por las consecuencias de las decisiones que toman; sufriremos con cada peripecia y estaremos continuamente aterrorizados.

Malpica posee el don de la narración. Sus historias se cuelan por la conciencia del lector y lo marcan. Afortunadamente (o no tanto, porque habremos de esperar un par de años más para que la cuarta entrega vea la luz), el universo de El libro de los héroes es amplio y profundo. La historia comienza cuando, en medio de un aterrorizador caso policiaco, Sergio Mendhoza es presentado a través de la relación que establece con un misterioso personaje por internet. De ahí en adelante, su vida se va complicando cada vez más, pero precisamente por los secretos que están en su pasado. Por eso es imposible abandonar la ficción, porque la vida de Sergio, como la nuestra, está llena de disonancias y alternativas que tenemos que enfrentar.

A pesar de que no soy una lectora que guste particularmente del género negro, desde que cogí el libro, no pude soltarlo. De inmediato me sentí identificada con los personajes principales: desde Sergio Mendhoza, el teniente Guillén, Brianda y Jop (los amigos más cercanos del protagonista), hasta Nicte, uno de los personajes más ambiguos e inquietantes que he encontrado en la literatura y que, sin duda, es un asunto digno de analizarse con mayor profundidad. Los protagonistas jóvenes son adorables en todos los sentidos porque son totalmente humanos: Brianda, tan enamorada que llega a parecer molesta, pero sumamente solidaria y amorosa; Jop, el chico creativo y carismático que tiene toda la solvencia económica del mundo, pero quizás no la moral; Sergio, el adolescente solitario, inteligente, sensible que todos quisiéramos como mejor amigo, y que es depositario de una cautivadora tradición cuya naturaleza lo obliga a tomar decisiones que no quiere.

En un escenario tan terrorífico como puede ser la ciudad de México contemporánea, los personajes luchan contra elementos malignos que, curiosamente, no sólo se encuentran en los seres sobrenaturales contra los que se enfrentan, y que son de una ambigüedad escalofriante. El bien y el mal se debaten aun dentro de cada uno de los personajes y, en mayor o menor medida, son conscientes de ello. En esta primera entrega, Sergio tiene que ayudar al teniente Guillén a resolver acertijos para frenar la ola de asesinatos de adolescentes que atormenta a la ciudad, pero también reconocerá aspectos de su personalidad que ni siquiera había notado.

La música, sin duda, es un elemento que acompaña a la narración de una manera específica, no sólo como soundtrack de la historia; su inclusión se va refinando hasta ser un punto nodal del segundo libro: Nocturno Belfegor. En esta parte de la serie, a pesar de lo que dicta la lógica dominante, el teniente Guillén tendrá que involucrar a Sergio en la pesquisa para detener una serie de cruentos asesinatos cometidos, de formas inexplicables, contra pianistas. El secreto para encontrar al culpable, como lo ha dicho Farkas, ese controvertible personaje que nos causa intriga desde el primer libro, está en la ejecución de un Nocturno atribuido a Listz. La presencia de los demonios se hace tan evidente y perniciosa, que la historia habrá de desenlazarse en Hungría.

En esta segunda entrega, Sergio se debe enfrentar a gran parte de los pobladores de la Suma demoniaca que, reconociendo su poder, intentan seducirlo hacia sus huestes. Oodak, Belfegor y sus secuaces lo persiguen para destruirlo y, ante el rechazo, no le darán tregua un solo momento. De la misma manera, el autor narra de forma vertiginosa los conflictos de Sergio en la tercera parte: El llamado de la estirpe, donde la naturaleza de muchos personajes se empieza a revelar y Sergio será presa de terribles situaciones que, más allá de lo demoniaco, metaforizan el comportamiento humano.

La tercera novela de la saga presenta situaciones muy violentas para el mundo adolescente pero que, a diferencia de las sagas de moda que construyen su ficción en mundos postapocalípticos y proyectan una realidad lejana a la actual, astutamente, Malpica lleva a sus personajes a vivir la más terrible mezquindad y miseria humana en contextos sumamente cercanos. El protagonista será atrapado en un juego de sobrevivencia donde las pruebas y las reglas no parten de un universo ucrónico, ficticio o ajeno al mundo real; al contrario: las referencias nos llevan a ubicar la perversidad en situaciones cotidianas donde se amplía la visión sobre la naturaleza humana; por lo que la experiencia literaria se dimensiona hacia cada uno de nuestros contextos particulares.

De acuerdo con los presupuestos de la Estética de la recepción, es evidente que la obra de Antonio Malpica ofrece una cantidad importante de recursos literarios que hacen de su lectura un verdadero placer, además de presentar retos directos e indirectos al lector; pero sobre todo, provoca que el texto ficcional se integre a nuestra vida diaria y asumamos los conflictos como propios. Según Iser, para que un texto se convierta en objeto estético necesita la aportación del lector para producir sentido, para existir; el número creciente de lectores comprometidos de la saga de El libro de los héroes es una prueba irrefutable de ello.

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