De lo cotidiano

Bitácora de Dalina Flores

El tiro por la culata, o de cómo me tuve que tragar alegremente mis palabras

Algunos proyectos son tan ambiciosos que casi inmediatamente dudamos de su factibilidad. El proyecto de la Semana i* propuesto por el Tec de Monterrey como una forma de dar vigencia a la visión del modelo educativo Tec21, parecía algo más que interesante, pero también descomunal. Se suponía que cada departamento debería ofrecer, durante una semana, en la que los estudiantes dejarían de asistir a las clases programadas en sus respectivas carreras, una actividad estimulante, interactiva y retadora (taller, certificación, servicios comunitarios, etc.), que los vinculara con su entorno, para fortalecer sus competencias de egreso con las que serán capaces de afrontar los retos del nuevo milenio, con liderazgo y asertividad.

            No sé cómo habrán tomado esta iniciativa mis compañeros profesores, pero a mí me pareció padrísima, sí, con ese entusiasmo que provocan los sueños (como cuando digo que cuando sea grande tendré una casa enorme en la playa y viviré con muchos perros y libros), sin embargo, también la percibí como quimera (enorme e imposible). No tenía la más mínima idea de cómo lo íbamos a lograr. No tenía idea, siquiera, de qué es lo que propondría mi Departamento. No tenía idea de que algo de lo que yo supiera hacer pudiera integrarse al proyecto.

            Por fortuna, tengo compañeras increíblemente ingeniosas y entusiastas, y de ellas surgió la iniciativa: un taller para darle herramientas a nuestros alumnos con la intención de que se conviertan en promotores de lectura. Sonaba muy bien, aunque, la verdad, yo suponía que no generaría ningún tipo de interés entre los estudiantes del Tec, pues sus opciones incluían desde viajes a Nueva York para asistir al teatro y a los museos, hasta involucrarse en activismo social acompañando a Las Patronas en su increíble y solidaria labor de alimentar migrantes. ¿A qué chico de veinte años, ajeno al mundo de las letras (¿ya dije que fueron proyectos multidisciplinarios?, no necesariamente por el proceso, sino por el público), le interesaría la Literatura Infantil y Juvenil? En fin. La mayoría de los profesores involucrados (al principio éramos cinco) supusimos, un poco con tristeza, que ni siquiera se abriría nuestro grupo. Aún así, nuestra planeación contemplaba una asistencia máxima de 30 personas.

            Tuvimos algunas reuniones en las que planeamos contenidos y logística aun antes de tener idea de lo que nos esperaba. La primera dificultad que enfrentamos fue que no sabíamos de dónde sacaríamos los libros con los que trabajarían nuestros alumnos. Todas tenemos pequeñas bibliotecas, pero no estábamos muy seguras de que los ejemplares que pudiéramos reunir fueran los suficientes y relevantes para la actividad. A alguien se le ocurrió (¿Mirthala, Susana?) que cada alumno inscrito llevara dos libros de LIJ como requisito de inscripción y así tendríamos ejemplares, por lo menos, para realizar una sesión. El problema sería, entonces, que los alumnos pudieran seleccionar los textos adecuados. Hicimos una lista preliminar, nos cercioramos de su existencia y la subimos a la plataforma para que los chicos inscritos la pudieran revisar a tiempo. En eso estábamos cuando se nos vino el mundo encima (por lo menos a mí), extraoficialmente nos enteramos de que se habían inscrito 116 alumnos.

¡Ciento dieciséis alumnos!

… (estoy pasmada)

Al recuperar el aliento, la sorpresa me hizo echar a andar la imaginación y me llené de prejuicios: ¿realmente 116 estudiantes de carreras diversas tendrían interés por involucrarse en la promoción de la lectura? ¿o el nombre de la actividad los hizo pensar que vendrían a otra cosa? LECTURA CREATIVA PARA TODOS (así se llamó nuestro proyecto); ¿creerían que vendrían a hacerse patos?, ¡si formarse como facilitador de lectura -¡y  literaria! (porque no iban a hacer cualquier cosa) no es como hacer enchiladas! Irracionalmente, incluso le dije a mis compañeras: ¡por favor!, ¡si hubiera en México 116 alumnos random** que quisieran involucrarse en la promoción de la lectura, este país no estaría como está! Lo que más nos preocupaba, para entonces, era cómo le íbamos a hacer para triplicarnos y poder ‘impartir’ lo que se supone que cada una de nosotras había programado. No sabíamos cuántos salones nos asignarían, aún no teníamos idea de cómo le haríamos para conseguir tantos grupos de niños de primaria para que nuestros alumnos fueran a trabajar con ellos.

En este momento en que pensé que todo sería un desastre y que ninguna de nosotras sabía a ciencia cierta cómo solventaríamos esta realidad, me di cuenta de lo imprescindible y reconfortante que resulta tener un líder con experiencia en administración y gestión de recursos. Mirthala García fue una pieza fundamental para que, poco a poco, el proyecto fuera tomando forma y tuviera resultados extraordinarios. No quiero decir que las demás no aportáramos ideas o espíritu colaborativo, pero andábamos como gallinas descabezadas (con ideas y con entusiasmo, pero medio perdidas). Finalmente, Mirthala consiguió un auditorio y otros recursos que nos hicieron sentir más seguros e integrados.

Cuando aterrizamos en el primer día de la Semana i todos estábamos llenos de dudas y expectativa. Los chicos estuvieron atentos al principio, pero después se inquietaron en exceso (el primer día fue de mucha teoría sobre historia y apología de la lectura, la identidad de los jóvenes y los niños, la validez de la literatura como recurso para detonar habilidades cognitivas y sociales, la función del facilitador de literatura). Tuvimos que modificar nuestra planeación y realizar una actividad a partir de El cochinito de Carlota, un libro que despertó en ellos una serie de reflexiones sobre el materialismo, la felicidad, las metas y los deseos. Todos participaron y dibujaron cerditos, anotaron sus metas y sus deseos, pero se mantuvieron inquietos. Al final, tuvimos que planear una estrategia en la que aprovechamos sus identificadores o gafetes (que hicieron en cuanto llegaron al auditorio) para distribuirlos de una manera más ordenada.

Al día siguiente pudimos comprobar que el nuevo acomodo permitió que estuvieran atentos y participativos durante más tiempo y así pudieron involucrarse en el mundo de la lectura en voz alta, las juego-estrategias, el pensamiento crítico y las preguntas detonadoras y realizar una serie de lecturas que nos llevó a discutir sobre la pertinencia de ciertos libros, temas, etc. Sus reflexiones fueron muy interesantes y dieron pie a que se plantearan preguntas muy interesantes sobre el proceso en que fueron integrando las actividades con los libros que estaban leyendo.

No profundizaré en la logística y el complicado proceso con el que pudimos resolver el reto de tener a más de cien alumnos leyendo, con sorprendente entusiasmo, literatura infantil y juvenil, durante toda la mañana del miércoles. Lo que sí puedo asegurar es que el éxito de la actividad y el nivel de empatía con que nuestros alumnos se involucraron en la lectura, diseño de juego-estrategias (desde activación hasta cierre), adquisición de material, implementación en las aulas y exposición de experiencias y resultados, dependió directamente de dos factores: una coordinadora súper organizada que nunca se dio por vencida, y la maravillosa naturaleza de la LIJ contemporánea que es sumamente placentera y rica en posibilidades de lectura e interpretación.

Al finalizar la experiencia, todos estábamos impresionados por la calidad de las actividades propuestas y realizadas por nuestros alumnos en las escuelas a las que fueron a promover la lectura literaria (ellos mismos se dieron cuenta de que pueden ser muy creativos en la forma de leer en voz alta, de jugar a propósito de un tema, al reflexionar sobre aspectos que, aparentemente, no son para niños, etc.). Sobre todo, disfrutaron mucho de los libros que leyeron y la forma en que estos libros los hicieron vincularse con sus pequeños ‘alumnos’. Hacía mucho tiempo que no sentía la felicidad de ver cómo la juventud es capaz de involucrarse en tareas quijotescas que siempre nos muestran que sí se puede cambiar el mundo, por lo menos el pequeño mundo que nos rodea.

Agradezco profundamente la iniciativa del Tec para realizar estas actividades que podrían parecer locas (a algunos alumnos y profesores así les parecieron), y al nivel de compromiso y solidaridad de mis compañeros profesores que se quisieron subir al barco y donde todos nos dimos cuenta de que este país sí puede ser otro. Gracias a todos nuestros chicos, por mostrarme que los jóvenes (no sólo los de Letras) tienen compromiso y entusiasmo, que son críticos y creativos, que tienen interés por su comunidad. Y también por tirar al suelo mis prejuicios.

* si quieren saber más sobre la Semana i, sigan el siguiente enlace:

http://www.itesm.mx/wps/wcm/connect/snc/portal+informativo/por+tema/educacion/tec_semanai18sep15

** me refiero a chicos que cursan todo tipo de carreras

3 thoughts on “El tiro por la culata, o de cómo me tuve que tragar alegremente mis palabras

  • Mirthala García Aldrete dice:

    Dalina, con tu escrito cerramos con broche de oro este proyecto de Semana i. Pero no dudo que abrimos otros en cada una de las mentes de los alumnos que participaron. Me encantó tu narrativa.

  • Xitlally Rivero dice:

    Dalina: has puesto en palabras lo que traía en mi mente. Vaya experiencia.

  • Roger Sánchez dice:

    Gracias Dalina por recrear fielmente las experiencias de cada uno de los que participamos en el proyecto… te mando un abrazo

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