De lo cotidiano

Bitácora de Dalina Flores

¿Quién es Imanol Caneyada? (Apuntes sobre Hotel de Arraigo)

Hace poco más de un año, había escuchado su nombre porque amigos en común me recomendaron una novela que el escritor sonorense presentaría en la pasada Feria del libro: Las paredes desnudas. Leí la sinopsis y me entusiasmé por asistir a la presentación, pero se empalmaba con otro evento que tenía con Biblionautas. A ese otro evento estaba invitado también Antonio Malpica, un amigo con quien comparto muchos gustos literarios y me dijo que si no había leído a Imanol, no tenía idea de lo que me estaba perdiendo. Me urgió: tienes que leerlo. De pronto pensé que quizás su afirmación era exagerada, sin embargo, él suele ser poco enfático para recomendar lecturas. El caso de Imanol fue diferente: insistió como tres veces. En eso estábamos cuando el escritor en cuestión, Imanol, se acercó a Toño, y éste me lo presentó. Vi a un hombre muy guapo (para estar a tono con los comentarios de sus fans) sí, pero también muy amigable. Lo primero que me dijo es que mi blusa estaba muy bonita. Y con lo simple que soy, me quejé: mira, se acaba de romper. O sea, una plática totalmente antiliteraria. Sin embargo, después de unos pocos minutos de charla, me sentí cautivada por su inteligencia, su mirada crítica y a la vez respetuosa. Un hombre sin aspavientos pero contundente. Cuando nos despedimos, luego de cenar, sentí que lo conocía de toda la vida y entonces sí fue imperante la necesidad de leerlo.

            Apenas terminó la Feria, me dispuse a conseguir sus novelas. Estuve un par de semanas recorriendo librerías y nada. Finalmente, en una tienda del buhíto, encontré Espectáculo para avestruces. La devoré. Fue un golpe inmediato que me dejó atónita. Encontré una narrativa ágil, una mirada profunda y filosa para retratar los aspectos más sórdidos de la naturaleza humana, y una pluma aguda, rigurosa y clara. Me pregunté otra vez: ¿quién es Imanol Caneyada?, por qué detrás de la gentileza y hasta desparpajo de su charla, hay una pluma tan punzante y dolorosa: su narrativa tiene la fuerza de cimbrarnos con golpes de una realidad tan profunda que nos confronta con nuestras propias emociones y formas de ver la vida. Incluso con nuestra escala de valores.

Hotel de arraigo, novela editada por Suma, del grupo Random House, refrenda de muchas maneras la esencia de la escritura de Imanol, quien tiene una carrera ya muy larga en la crónica y el periodismo narrativo. Con la crudeza característica de su forma de contar, en esta novela, el autor nos involucra en una historia que parte de un concepto legal que es cuestionable por abusivo, pero que en nuestro país tiene vigencia: el arraigo.

La figura jurídica de arraigo se contrapone totalmente a la presunción de inocencia de un inculpado, pues parte de que hasta que no se compruebe su culpabilidad no puede ser libre. El estado supone que si un presunto culpable no es ‘detenido’ podría darse a la fuga, entonces, las personas acusadas tienen que pasar un tiempo privados de su libertad, pero sin estar presos, sólo ‘arraigados’ para que en ese lapso se determine si es culpable o no.

Lo terrible en el estado mexicano y su forma de impartir justicia es que dicha actividad se utiliza como un recurso para ‘arrancar’ declaraciones a los detenidos a través de estrategias del todo ilegales como la tortura. De esta manera, las cárceles mexicanas están repletas de delincuentes que confesaron un delito a pesar de que ni siquiera se encontraban cerca del lugar de los hechos. El autor, entonces, crea una ficción para que el lector se cuestione, en primera instancia, sobre la impunidad que rodea a todos los que conforman la estructura de ese ejercicio irracional del poder.

En medio de ese contexto, se desarrollan personajes que, por muchos motivos, muestran su decadencia y al mismo tiempo, a través de su psicología, percibimos una esencia natural muy cercana a nosotros mismos. En esta novela, donde los acontecimientos se suceden sin darnos espacio para respirar, llaman la atención dos aspectos particulares: la paulatina descomposición de un escenario donde pareciera que, a pesar de la violencia, nadie corre riesgos, y el planteamiento trágico que late en toda la historia, incluso cuando llegamos a pensar que alguno de los personajes podrá redimirse.

El autor echa mano de un recurso que, aparentemente, es simple: la cotidianidad, pero llega a ser tan asfixiante por su naturaleza oscura y violenta, que nos conduce por una historia donde percibimos una gama muy amplia de relaciones interpersonales. Algunos personajes pertenecen a los grupos más altos del poder, en esa colusión en que se ha convertido nuestra vida sociocultural actual, donde empresarios y políticos están al servicio de la oligarquía, mientras otros personajes nos llevan a vivir la realidad de grupos menos favorecidos, pero dispuestos a todo para salir de la inercia de su rutina.

Las descripciones súper detalladas del crimen como industria dejan ver claramente el oficio periodístico de un escritor que se ha metido hasta las cloacas más descompuestas de la sociedad actual, donde la corrupción enraizada en la genética del mexicano es una moneda de cambio muy usual. A través de su narrativa, Caneyada nos pone en contacto con un mundo que quisiéramos creer lejano.

Las acciones se desarrollan en una ciudad –sin nombre- del norte del país, donde es fácil reconocer fórmulas de la nomenclatura mexicana en sus calles y avenidas, que incluye a nuestros héroes o procesos históricos, pero no es un lugar específico. Podría tratarse de Hermosillo, Tijuana, Juárez o cualquier otra ciudad fronteriza, y en ella acompañamos a personajes que podrían ser como cualquiera de nosotros:

Arnulgo Lizárraga, el experimentado policía judicial que pertenece a un escuadrón antisecuestros y que, de una manera casi natural y hasta encantadora, está vinculado con el crimen organizado, nos introduce en una cotidianidad casi nauseabunda, llena de superficialidades familiares donde la moda y el gym dictan sus necesidades. Llegamos a conocer tanto la vida interna del personaje que en un momento sentimos empatía y pena por lo que le pasa, pues de pronto él se convierte en su propia víctima. Casi sin darnos cuenta terminamos justificando sus acciones a pesar de que impliquen la traición a un código de honor.

Por otra parte, como en una especie de búsqueda de equilibrio, nos involucramos en el devenir de Gabriel García, un juniorcete que lleva una vida superficial y descontrolada; con una ausencia total de rumbo, pues su padre se limita a proveer en exceso bienes materiales, dedicándose a sus negocios y a sus propias necesidades afectivas, mientras su madre intenta llenar sus vacíos a través de la religión.

Ambos personajes sufren cambios radicales en su estabilidad a partir de un secuestro. Esta experiencia es definitiva en sus vidas y nos transporta, como lectores, por un precipicio donde la caída es irremediable.

Pareciera que, en algún momento, el autor tratara de ser benevolente con sus personajes y arroja un atisbo de esperanza en su devenir; sin embargo, la colisión de las fuerzas puestas en tensión no tiene vuelta atrás: el destino también es víctima de un determinismo impuesto por lo irracional de la realidad y las decisiones de los propios personajes.

Como en una tragedia griega, la experiencia literaria se convierte en la catarsis donde podemos depurar nuestras emociones y sentirnos apabullados frente a una realidad confrontativa, donde la inocencia, que apenas se vislumbra, se quebranta frente a la descomposición que va en ascenso y es imparable. El autor no tiene misericordia por nadie, mucho menos por el lector, lo cual se agradece. No hay elementos edulcorantes en la trama pues ésta es como la vida; sin embargo, es una vida que desde el podio de nuestra aletargada visión clasemediara y trabajadora no nos atrevemos a mirar.

El realismo de su propuesta no tiene que ver con el retrato superficial de la realidad, sino con un minucioso análisis y descripción de las emociones y la psicología de personajes que podrían parecernos detestables por su contexto: el crimen; sin embargo, la pluma de Imanol los hace enteramente humanos, con pasiones tan humanas como las que padecemos cada uno de nosotros.

¿Quién es Imanol Caneyada?, sigo preguntándome. Y la respuesta me deja esperando muchas novelas más. Imanol es un escritor imprescindible cuya poderosa narrativa nos lleva a hacernos muchas preguntas. Preguntas que, quizás, al intentar responder, nos lleven a cambiar el mundo. O, por lo menos, a ver escenarios que quizás no habíamos imaginado.

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