De lo cotidiano

Bitácora de Dalina Flores

Una apuesta por libros gozosos e irreverentes  

Hace mucho tiempo que dejé de ser niña, por lo menos legalmente. Y, paradójicamente, ahora me gustan más y más los libros editados para niños. Como he dicho en otras ocasiones, creo que la literatura es literatura independientemente de que haya sido pensada para niños o jóvenes o para Juan de las Piñatas. Y también creo que hay libros cuyas pretensiones son moralizadoras, enajenantes, pedagógicas; y por supuesto que no caben en mis predilecciones literarias. Esto no quiere decir que no me gusten los libros informativos; son tan imprescindibles como los libros de teoría, pero también estos libros, o los literarios, cuando intentan ser para niños, algunas veces se edulcoran y se les ponen florecitas que limitan el poder evocador y confrontativo que debería tener, por definición, un texto literario. Y son insufribles: dan ganas de tirarlos por la ventana.

Cuando leo literatura, yo no quiero una vocecita que me diga que me lave los dientes, ni que ayude a mi mamá en el quehacer de la casa, ni que tengo, por obligación, que respetar a todo el mundo. No quiero que me lo digan. Quiero disfrutar y que, en todo caso, me hagan pensar, me provoquen, y que tal vez, como producto de mis reflexiones, llegue a la conclusión de que cada quien puede amar a quien quiera. O no. O de que la violencia no nos lleva a ningún lado. O sí. O de que la vida es más amable si ayudo en la casa. O no.

El texto literario, para cualquier lector, debería estar muy lejos del didactismo moralizador que tienta tanto a editores y autores con ambiciones mercantiles. Su ventaja es que a muchos padres de familia les encanta tener aliados para la formación de sus hijos. Y qué mejor que un librito que sirva para amaestrar los impulsos y las devociones infantiles. Pero la literatura tendría que ser otra cosa: juego, reto, estímulo, confrontación, emoción estética… y nunca una cartilla moral. Ni la literatura ni cualquier otra forma de arte.

Sé que quizás es difícil para los padres y maestros intentar alejarse de lo moralino o lo didáctico, pero creo que la literatura abre puertas que nos permiten dialogar sobre muchos asuntos éticos y morales con nuestros pequeños, que pueden ser detonadores importantes para la comunicación familiar y social, pero el texto literario nunca debería ser un sustituto de la educación que los adultos deberíamos proveer a los niños. Porque las obras “artísticas” que nos regañan o nos chantajean para ser buenitos, terminan siendo un timorato listado de recomendaciones que no se respetan y que terminan aburriendo al espectador. Un ejemplo muy cercano es la reciente versión cinematográfica de El Principito, estrenada en noviembre de 2015 en México: independientemente de la belleza de los intertextos visuales y literarios, la película termina siendo una propuesta pusilánime que nos exige no dejar de ser niños de una forma muy literal.

Además de los méritos artísticos que permean toda obra literaria, su dimensión es tan amplia que se cuelan otros asuntos con posibilidades de expansión hacia lo material o lo espiritual; como diría Rosenblatt: la experiencia vicaria nos lleva a experimentar la vida de la ficción como si fuera propia y eso nos deja un ‘aprendizaje’ para tomar mejores decisiones. O, en otro sentido, la obra artística toca fibras espirituales tan intangibles que, aunque se lea en otro idioma (escuchen los sonetos de Shakespeare leídos por Gael García Bernal) para nosotros incomprensible, nos conectamos con las emociones del universo entero.

Por eso es muy necesario estar en contacto con libros gozosos e irreverentes que nos lleven a hacernos muchas preguntas, a cuestionar el statu quo, a detener nuestro alocado camino para ver el mundo y suspirar… y por supuesto que los lectores de todas las edades, desde los más pequeñitos que aún viven en los vientres maternos, hasta los adultos ultramayores que requieren de lupas para leer, podrán encontrar placer en ellos. Acá unas recomendaciones: 

Para navegantes que necesitan brújula

La peor señora del mundo, Francisco Hinojosa

Anibal y Melquiades, Francisco Hinojosa

Mi abuelo es poeta, Toño Malpica

Mi abuelo el luchador, Antonio Ramos.

La vaca que se creía mariposa, Emilio Ángel Lome

El peinado de la tía Chofi, Vivian Mansour

El agujero negro, Alicia Molina

Los casibandidos que casi roban el sol, Triunfo Arciniegas

Murmullos bajo mi cama, Jaime Alfonso Sandoval

Princesa Ana, Marc Cantin

Willie el tímido, Anthony Browne

Gorila, Anthony Browne

Zoológico, Anthony Browne

La escoba, Chris van Allsburgh

Breve historia del mundo, Eliseo Alberto

El nido de la cigüeña, Fidel González Zurita

El taxi de los peluches, Juan Villoro

Caperucita Roja (tal como se la contaron a Jorge), Luis María Pescetti

Unidad Lupita, Jaime Alfonso Sandoval

De la A a la Z por un poeta, Fernando del Paso

Urí, urí, urá, David Chericián

A Margarita Debayle (Rubén Darío)

Bondadoso rey (Toño Malpica y Valeria Gallo)

Lunática (Martha Riva Palacio)

Temible monstruo (María Baranda)

Lejos de casa, Raquel Castro

Uno de esos días, Karen Chacek

Para marineros de agua dulce

La armónica, Toño Malpica

Ana, ¿verdad?, Francisco Hinojosa

El cochinito de Carlota, David McKee

¿Qué crees?, Mem Fox

Yo y mi gato, Satoshi Kitamura

Alex quiere un dinosaurio, Satoshi Kitamura

Túneles, Anthony Browne

El higo más dulce, Chris van Allsburgh

Clubes rivales, Javier Malpica

La mala del cuento, Vivian Mansour

La cancha de los deseos, Juan Villoro

Padres padrísimos, Jaime Alfonso Sandoval

Nené Traviesa, José Martí

Cuentos en verso para niños perversos, Roal Dahl

El sol de Monterrey, Alfonso Reyes

El príncipe ceniciento, Babbette Cole

El problema de Odi, Eva Furnari

Exiliados, Raquel Castro

Óyeme con los ojos. Sor Juana para niños

Los rojos camaradas, Ana Romero

Diario de un gato asesino, Anne Fine

Matilda, Roald Dahl

Para navegantes de mar y tierra

Los misterios del señor Burdick, Chris van Allsburgh

Arturo y Clementina, Adela Turín

Diente de León, María Baranda

Monstruo, Ana Romero

Natacha (toda la serie), Luis Maria Pescetti

Margot, la pequeña pequeña historia de una casa en Alfa Centaury, Toño Malpica

Las sirenas sueñan con trilobites, Martha Rivapalacio

Diario de un desenterrador de dinosaurios, Juan Carlos Quezadas

La risa de los cocodrilos, María Baranda

Cosas que los adultos no pueden entender, Javier Malpica

Los mil años de Pepe Corcueña, Toño Malpica

Los cretinos, Roald Dahl

Agencia de detectives escolares, Jaime Alfonso Sandoval

Las mejores alas, Toño Malpica

El libro salvaje, Juan Villoro

El libro de la negación, Ricardo Chávez Castañeda

Buenas noches, Laika, Martha Rivapalacio

Las brujas, Roald Dahl

El libro del cementerio, Neil Gaiman

Para navegantes de siete mares y cuatro mil universos)

El club de la salamandra, Jaime Alfonso Sandoval

Puerto libre, Ana Romero

Severiana, Ricardo Chávez Castañeda

Informe preliminar sobre la existencia de los fantasmas, Toño Malpica

Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, Luis Sepúlveda

La panza del Tepozteco, José Agustín

El océano al final del camino, Neil Gaiman

Desde los ojos de un fantasma, Juan Carlos Quezadas

Algunas primeras veces, Ana Romero

La guarida de las lechuzas, Antonio Ramos

El complejo de Faetón, Andrés Acosta

La cena, Alfonso Reyes

Ojos llenos de sombra, Raquel Castro

Frecuencia Júpiter, Martha Riva Palacio

Los juegos de la violencia, Ricardo Chávez Castañeda

Dido para Eneas, María García Esperón

Vuelta a casa, Antonio Malpica

Tal vez vuelvan los pájaros. Mariana Osorio Gumá

Los sapos de la memoria, Graciela Bialett

Mundo Umbrío , Jaime Alfonso Sandoval

El libro de los héroes, Antonio Malpica

Sandman, Neil Gaiman

Adonde no conozco nada, Antonio Malpica

Stardust, Neil Gaiman

Esta lista no es exhaustiva; en otra entrada haré más recomendaciones, además de una lista para Viejos lobos de mar

 

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