De lo cotidiano

Bitácora de Dalina Flores

Crónica de una presentación imprevista o de cómo el heroísmo siempre nos alcanza

(Advertencia: esta es una entrada muy larga y subjetiva; si quieren leer algo menos personal, busquen mi siguiente entrada sobre la relación entre El libro de los héroes y los Panamá Papers)

 

Para nadie es ajena la idea de que soy ultrafán de la obra de un tal Malpica. Y una de las principales razones es su saga El libro de los héroes. He disfrutado tanto de su lectura y de las cofradías que hemos construido a su alrededor que las ideas se me atragantan y me rebasan: se amontonan para salir sin fijarse en formatos ni requisitos (como en la primera reseña que publiqué al respecto en mi blog, y que pueden ver en el enlace de abajo).

Como saben, hasta ahora se han publicado Siete esqueletos decapitados (que me puso en contacto con el miedo), Nocturno Belfegor (creo que es mi entrega favorita, aunque es muy difícil elegir), El llamado de la estirpe (acá es donde lloré inconsolablemente y quise matar a todos los personajes y luego tirarme por la ventana) y, recientemente, El destino y la espada (donde todo tiene el sentido que yo esperaba). Además de mis impresiones a vuelo de pájaro, lo que más me gusta de la saga es que cada una de las novelas se puede leer de manera independiente y conservan su sentido y cohesión, porque cada uno de los episodios está trazado con exactitud y redondez.

A pesar de la autonomía entre uno y otro libro, también es cierto que la trama global que construye el autor está siendo hilvanada a través de dos recursos importantísimos: la complejidad de sus personajes y la relación tan minuciosa y detallada de la Historia de la humanidad y sus mitologías demoníacas, con pasajes y personajes históricos que, sin duda, dimensionan las referencias y las secuencias narrativas se hacen, para el lector, más entrañables y cercanas.
A diferencia de las tres primeras entregas, me parece que en la última, el narrador se torna un tanto más juguetón con la estructura, quizás por sus evocaciones apenas renacentistas; o sea, a pesar de que el lector va saltando, para acompañar a los personajes, de mil quinientos algo a la fecha actual, la evocación del ambiente en algunos capítulos es casi todavía medieval. Este rastreo histórico solventa muchas de las premisas que el autor empezó a plantear sobre el mundo de los demonios y de los héroes y, entonces, tenemos la oportunidad de conocer a personajes como Giordano Bruno o la Condesa Bathory de primera mano. Sí, la narrativa cinematográfica en 4D de Malpica nos presenta de manera muy íntima a cada uno de los personajes.

Otro recurso efectivísimo en su narrativa es la presentación de los planos ficcionales que, de forma vertiginosa, nos llevan de uno a otro escenarios enlazados por acciones y voces que, poco a poco, el lector va identificando. Uno de los personajes más enigmático y por lo mismo atractivo, Farkas, en esta última entrega se va deconstruyendo a tal punto que terminamos con el corazón hecho pasa y con ganas de abrazarlo, como ocurre con Sergio a cada dos páginas. A pesar de su aura llena de misterio, a veces intuimos que, detrás de sus acciones violentas contra el protagonista, se encuentra un adulto amoroso que actúa con la misma desesperación de los padres urgidos por enseñar a nadar a sus hijos y, ante su indecisión, terminan arrojándolos con fuerza a la alberca.

Podría pasar páginas enteras escribiendo sobre los entrañabilísimos personajes cuya presencia late al lado de cada uno de nosotros (de hecho, yo también he tenido un par de Jops en mi vida) y por eso nos identificamos con las relaciones que se van urdiendo entre los personajes. Lo interesante de la propuesta es que no importa la edad del lector. Cualquiera con sangre en las venas puede rendirse ante el encanto de El libro de los héroes; es decir, para nada creo que sea una saga “juvenil” si suponemos que lo juvenil está asociado a este boom editorial que considera la juventud como meta de consumo.

Creo que casi toda la obra de Antonio y Toño Malpica cumple con los requisitos de la literaturidad por su apuesta por el lenguaje, el sentido del humor, la estructura y otros recursos estilísticos que apuntalan el pensamiento crítico y estético, sin importar que las editoriales o las intenciones del mismo autor quieran acotarla a un mercado en particular, o sea: más allá de lo infantil o juvenil. Sobre todo, los libros de Malpica tienen el extraordinario don de generar múltiples lectores independientemente de lo que digan los académicos, los críticos (que, además, no conozco uno solo cuya opinión sea desfavorable) o el mercado.

Por eso, creo que la última palabra la tienen los lectores; estaría gustosa de pasar horas describiendo los méritos literarios de El libro de los héroes, pero no cabe la crítica literaria o el academicismo cuando tenemos los puntos de vista de los verdaderos lectores, que sufren y se apasionan por un personaje, aunque eso los lleve a viajar miles de kilómetros desde Sudamérica para encontrarse con la estatua de Giordano Bruno o, chamaqueados por el autor, a buscar el castillo de Farkas en Budapest.

Fue conmovedor y muy emotivo participar en la pasada presentación ‘imprevista’ del 8 de abril en la Ciudad de México (imprevista para mí y planeada por los dioses ya que, en feliz coincidencia, tuve la fortuna de estar en esa ciudad cuando se planeó la presentación más importante de todos los tiempos, según asegura el propio autor. Nadie -me refiero a mí y a mis amigos imaginarios- hubiera concebido la idea de que, viviendo en Monterrey, hubiera tenido el privilegio de constatar todo lo que despierta la lectura de El libro de los héroes en sus devotísimos lectores.

Ale, la presentadora, y el autor casi no tuvieron oportunidad de hablar de El destino y la espada pues de forma inmediata, al ceder la palabra para que el público compartiera sus respectivas frases favoritas de la novela, las anécdotas no se hicieron esperar: desde quien aseguró que en la prepa lo obligaron a leer Siete esqueletos decapitados y después ya no pudo soltar toda la serie, incluso cuando vivió en el extranjero y tuvo que padecer una espera insoportable hasta que la consiguió por Amazon, hasta la adolescente de secundaria quien, cuando su madre advirtió que el miedo provocado por la novela era intensísimo, se vio despojada del bipolar libro, y pudo conseguirlo a escondidas hasta que entró a la prepa.

Una de las experiencias lectoras que me pareció más entrañable es la de una chica que confesó que odiaba a su tío, bueno, el esposo de su tía hasta que, azarosamente, descubrieron la complicidad que les daba ser lectores de la saga, aunque ésta les hiciera pasar tremendo chasco: ambos juraban que era trilogía y casi se tiran por la ventana ante el desenlace de El llamado de la estirpe.

La participación de los adultos, cuyo sentido de la responsabilidad los llevó a cumplir con la tarea de llevar su cita favorita, no estuvo exenta de relatos llenos de emotividad y evaluaciones efervescentes. Una lectora dijo que, a reserva de las sorpresas que nos depare la quinta y final entrega, El libro de los héroes es muy superior a Los juegos del hambre y a Harry Potter y, a pesar de que estoy totalmente de acuerdo con esta aseveración, no puedo sino diferir de otra de sus afirmaciones, pues ella consideró que la saga es una gran propuesta de literatura juvenil; como lo he dicho antes, para mí, las novelas de Toño no deberían estar circunscritas a un público lector específico. Me pregunto si a Goethe le decían que qué maravilloso su Fausto para adultos, así como su novela juvenil del joven Werther. O a José Emilio Pacheco lo consideraban un gran poeta además de escribir para chavitos novelas como El principio del placer y Las batallas en el desierto. O a José Agustín… Yo creo que no deberíamos delimitar los efectos de una extraordinaria apuesta literaria a un marco específico de consumo.

Y para terminar a tono con la naturaleza de la presentación, y para no quedarme con las ganas de contar mi emocionante experiencia lectora, les platicaré que llegué a la saga de una manera un poco azarosa y encaminada por un vendedor de la librería del FCE en San Pedro. Resulta que, luego de haber leído Informe preliminar sobre la existencia de los fantasmas, quedé tan cautivada que me urgía conseguir todo lo que pudiera del autor (hasta ahora creo que he leído más de 40 de sus libros) y me lancé a las librerías de la comarca (la verdad es que mi vida sería menos complicada si fuera una usuaria más moderna de internet y pudiera realizar compras sin miedo; pero bueno, hace más de cinco años, mis formas de consumo cibernético eran muy precarias). Como siempre, no encontraba nada hasta que un vendedor (ahora casi puedo jurar que era Luis Valdez) me dijo que tenían dos novelas del autor, pero para adultos, y me entregó Apostar el resto y Nocturno Belfegor. Claro que las compré, aunque él me advirtiera que Nocturno era de terror. Y yo con el terror siempre me he llevado mal, así es que, contra mi costumbre, leí la cuarta de forros y me enteré de que era la secuela de Siete esqueletos… la fortuna de pertenecer a una cofradía secreta de lectores es que siempre hay más de uno que está igual de intenso, así es que cuando conté mi pena en Biblionautas, Mónica me dijo que ella tenía los Siete esqueletos, y que su pena era no haber encontrado Nocturno. De inmediato intercambiamos. Y a leer.

Como al lector del sillón de terciopelo verde de Cortázar, “la ilusión novelesca [me] ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de ir[me] desgajando línea a línea de lo que [me] rodeaba” y así llegó el momento en que, cuando Sergio recibe la invitación para conversar por chat con un desconocido, rápidamente mi tarde se cubrió de nubes espesas y empezó a soplar un viento muy alborotado (literal). Justo cuando el extraño le empieza a describir al protagonista lo que está pasando en su casa, agucé mi oído y me di cuenta de que, como en la escena narrada por Malpica, en mi casa también se escuchaba cómo el agua se escapaba de un ducto del excusado. Me llené de miedo y tuve que esperar a que Luna y Sergio regresaran del entrenamiento de waterpolo para volver a leer.

Podría contar muchísimas extrañas coincidencias que hicieron que mi lectura estuviera llena de altibajos emocionales, tan intensos que no pude evitar, al final, sentirme culpable por terminar amando a Nicte (y sufriendo por su inesperado desenlace). Otra emoción intensísima fue mi relación con Farkas, uno de mis más grandes crushes literarios, así como Sirius Black, pero de él hablaré en otra ocasión, pues merece un tratamiento aparte.

Lo que sí quiero agregar acá, por el tono confesional de todas las experiencias lectoras de los asistentes a la presentación, es la relación tan íntima, poderosa y apasionada que hemos construido mi hija, mi marido y yo, a propósito de su lectura. Luna y yo fuimos a Budapest para buscar a Farkas; nos hemos tenido que salir de la casa a media noche para platicar nuestras experiencias de lectura, sin que Sergio se entere, para no espoilearle la trama. Cuando conseguimos los tres ejemplares de El llamado de la estirpe, dos días completos no hicimos otra cosa que leer. Todo era silencio. Y llanto. Nunca he cachado a Sergio llorando, pero la Luna y yo sí nos azotamos, con lágrima batiente y toda la cosa, porque nuestros personajes favoritos tengan que sucumbir a causa del cruel y retorcido destino que les depara nuestro escritor favorito.

Con los libros de esta saga (y la de Jaime Alfonso) he tenido que recurrir a lo que pensé que nunca sería capaz de hacer con mi hija (y que mi madre siempre hacía conmigo): gritar desesperada: ¡ya deja de leer y apaga esa luz porque es hora de dormir!, o ¡baja inmediatamente a comer o te voy a tirar ese libro a la basura!, pero también han sido las complicidades más placenteras que he tenido con ella. En otro lado les platicaré sobre nuestros pleitos causados por los personajes, porque esta entrada ya se volvió kilométrica y dudo mucho de que alguien haya llegado hasta este punto.

Sólo quiero enfatizar mi agradecimiento al vendedor del FCE quien me dijo que Nocturno Belfegor no era juvenil; gracias a eso, me acerqué sin pudores y sin prejuicios al maravilloso universo de los héroes, y disfruté su lectura como si hubiera estado leyendo a Serna, Cortázar o Saramago (aunque debo ser objetiva y reconocer que Océano tiene algunas áreas de oportunidad en el cuidado editorial, a diferencia de las editoriales que nos acercan a los tres escritores que mencioné).

2 thoughts on “Crónica de una presentación imprevista o de cómo el heroísmo siempre nos alcanza

  • Pame Cedeño dice:

    ¡Hola, Dali! vi este espacio y quise dejarte un comentario para decirte que sí llegué al final de tu texto y me encantó. Adoro la pasión con la que escribes y el cuidado que pones en tus textos, soy tu fanssssssss. <3
    Y así como tú agradeces a Luis, yo agradezco a Biblionautas por presentarme el universo creado por Toño. Todavía pienso en el cuarto libro y me tiembla el corazón :'(
    Me encanta.

    • Dalina dice:

      Muchísimas gracias, Pame, tú siempre eres linda y disciplinada y lees hasta el final. Y sí soy súper apasionada, pero eso de que cuido mis textitos no sé si fue sarcasmo, pues me desboco y, a veces, me faltan comas o hago cláusulas muuuuuuy extensas. O pierdo la secuencia 😀
      Pero espero que de todos modos se entiendan 😀

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