De lo cotidiano

Bitácora de Dalina Flores

Las posibilidades de la interpretación como modelo para la exégesis literaria

Han pasado semanas desde que le fue conferido el premio Nobel de literatura a Bob Dylan y aún no sabemos si el rockstar lo aceptará. Algunos críticos a quienes ha molestado el dictamen de la Academia sueca aseguran que es un premio inmerecido por muchas razones; la principal de ellas es porque el músico no es escritor (formal), pero sobre todo porque, siendo una figura pública tan relevante en la cultura popular occidental, realmente no necesitaba ninguna plataforma que diera empuje a su obra. Como hemos constatado en otras ocasiones, el Nobel ha servido como una plataforma para visualizar la obra de escritores que no son leídos fuera del ámbito estrictamente literario o regional (Gustave Le Clezio, Herta Muller o Doris Lessing no se leerían tanto en el mundo hispánico si no fuera por sendos reconocimientos).

El poeta Antonio Arana asegura que Dylan, en un acto de congruencia, rechazará el premio pues siempre se ha manifestado como un crítico del sistema y del poder. Sin embargo, más allá de lo que haga el propio compositor, el reconocimiento a sus letras, por parte de la Academia sueca, pone de manifiesto las nuevas realidades que configuran la estética y los mecanismos de producción, recepción y circulación del Hecho Literario. Y esta realidad es precisamente en la que se enmarca y fundamenta el trabajo de investigación que ha realizado Susana Ruiz y que se publica, para beneficio de todo estudioso de la literatura, como La obra literaria abierta: del soporte digital al impreso.

En primer lugar, la investigadora presenta una serie de definiciones urgentes y necesarias para comprender la nomenclatura de las manifestaciones literarias, entre ellas, el concepto que retoma de Eco, Barthes y Pavic quienes coinciden en considerar la obra abierta como un tipo de texto literario que está en continua actualización a partir de las múltiples interpretaciones que pueden hacer de él sus lectores y que no sólo se materializa en el papel, sino también en otras formas que viajan a través del ciberespacio; es decir, la obra abierta requiere de la participación directa y activa del ejercicio intelectual y, a veces, físico del lector, para generar sus múltiples sentidos.

Es fundamental entender, a través del libro, que el fenómeno literario actual presenta características que si bien podrían considerarse innovadoras por los recursos dinámicos que explora, éstos no sólo están presentes en los textos que podemos ver en internet, sino que son parte de una estrategia de composición que involucra las competencias lecto-literarias del lector de una forma lúdica y situacional específica y, para explicarla, la teoría literaria tradicional no ofrece luces suficientes. En este libro podemos encontrar una guía muy detallada sobre estos recursos y cómo se desdibujan las líneas que les permiten existir en soportes tradicionales y digitales, sin que esto determine su naturaleza. Es decir, su esencia y dimensionalidad tiene que ver con su composición más que con la plataforma que lo sostiene.

De hecho, el epígrafe de Borges con que introduce su trabajo ya plantea el enfoque complejo de su abordaje teórico y, como sabemos, los extraordinarios cuentos que escribió el argentino fueron anteriores al mundo digital que hoy satura las formas de comunicación:
«En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts’ui Pen, opta -simultáneamente- por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones de la novela» (de El jardín de los senderos que se bifurcan).

De esta manera, entendemos, junto con la autora, el diálogo constante establecido entre la cultura escrita y la digital que hoy permite construir paradigmas literarios alternos al tradicional. La tecnología, como señala Susana Ruiz, ha generado formas textuales híbridas que podrían enmarcarse (o no) en lo literario, pero que definitivamente dimensionan las posibilidades de la escritura. De ahí que sea tan necesario, como ella señala: “el estudio de las nuevas formas [así como] la apreciación de las obras prerrevolución electrónica con parámetros distintos, a la luz de estas nuevas tecnologías de lectura y escritura”(13). Al respecto, me gustaría retomar los puntos sobre los que la autora reflexiona en torno a las nuevas propuestas críticas:

  • Cómo cambia el producto literario: ¿qué cambios experimenta el texto cuanod se traduce en formato hipermedia?
  • Cómo cambia el repertorio literario: ¿qué consecuencias implica esa conversión desde el punto de vista de formas, temas y géneros literarios, contemplando la posible relectura de un corpus pasado y su reconsideración historiológica?
  • Hacía dónde evoluciona el concepto de consumidor: ¿qué cambio de rol soporta la figura del lector y qué protocolos de recepción imponen?
  • Hacía dónde evoluciona el concepto de productor: ¿qué transformaciones operan en los procesos de creación literaria, en la figura del autor y en los modelos de producción?
  • Cómo cambian la estructura institucional y las conductas de mercado: ¿qué nuevas asignaciones asumen los entes institucionales y cómo afectan al funcionamiento general del mercado? (13)

Además de responder los planteamientos anteriores, una de las aportaciones más valiosas de este libro es la compilación y clasificación de teorías que la autora identifica como “teorías para la literatura digital” que permite a los lectores, tanto a los expertos en teoría y crítica literaria, como a los legos, adentrarse en la exégesis de estas nuevas producciones asociadas con lo literario. Asimismo, la autora reflexiona y aborda textos literarios a la luz de estos fundamentos teóricos que nos permite reconocer en la literatura recursos que están más allá de su soporte.

Como una muestra de su extraordinaria capacidad para organizar las ideas, la autora establece, en el primer capítulo, las características de las obras abiertas, además de definir conceptos concernientes a la literatura electrónica. En el segundo capítulo, desarrolla, con algunos apoyos en la teoría del caos, el concepto de hipertextualidad en textos electrónicos y tradicionales. En el tercer capítulo propone un modelo de análisis, a partir de cuatro perspectivas: la materialidad, la estructura, la textualidad y el sentido de las obras literarias que, en el cuarto capítulo, es puesto a prueba con el análisis de tres novelas: Juego de cartas, de Max Aub, Nocilla dream, de Agustín Fernández Mallo y Beside Myself, de Jeff Gómez. Y, lo que es básico para todo crítico literario o estudiante de letras: el imprescindible glosario de términos que nos evitará pasar largos periodos tratando de explicar y nombrar algunos de los fenómenos más recurrentes en la producción literaria actual, entre ellos: arte reversible, blogosfera, ciberespacio, cibertexto, ficción interactiva, hiperficción, hipertexto, hipernovela, literatura enriquecida, libro electrónico, etc.

Y, como cereza para el pastel, la generosidad de la autora nos presenta, como apunte final, un repertorio de obras abiertas, con su respectivo comentario crítico, que proveerá a todo estudioso de la literatura una oportunidad valiosísima para la lectura gozosa y la académica, entre las que entre las que se encuentran obras de Cortázar, Calvino, Pavic, Nabokov, etc.).

Sin duda, acercarnos a la propuesta teórica que nos ofrece Susana Ruiz en este maravilloso libro (en muchos sentidos: es profundo pero ameno; amplio, por su fundamentación teórica, pero claro y específico por los ejemplos de análisis que presenta) es fundamental para comprender la dinámica actual de los medios electrónicos y tradicionales así como su probable evolución y, quizás con ello, podamos entender, aunque sea un poco, cuáles son algunas de las variables que se conjuntaron para otorgarle a un músico el premio Nobel de Literatura.

One thought on “Las posibilidades de la interpretación como modelo para la exégesis literaria

  • Mirthala García Aldrete dice:

    No he leído el trabajo de Susana, pero al leerte puedo imaginar su contenido. Me llama la atención lo que escribes del Premio Nobel, vaya que es cierto. ¿A cuántos autores hemos conocido y leído después de que se les otorga el galardón? De Bob Dylan y su «literatura», creo que ya lo traían en la mira al otorgarle otros premios y reconocimientos, sin embargo a mí sí me sorprendió. Él no lo necesitaba para que sus canciones fueran conocidas y reconocidas por los expertos y por los que aprecian la buena música. Hubiera pensado que por fin se lo otorgarían a Philip Roth, pero al ser año electoral en la Unión Americana lo descarté. Vaya coincidencia, se lo otorgaron a su paisano…

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