Sobre la cruel polémica del anacronismo de Rayuela
Rayuela, han dicho algunos expertos, ha pasado de moda. Ya nadie lee la novela, ni se siente entusiasmado con su propuesta “innovadora” pues, para las opciones multitextuales que ofrecen las plataformas digitales, ya no tiene nada de “chiste”.
El opinólogo de youtube René Villamar asegura que su anacronismo es porque ya no hay lectores para esta novela y, en un video, detalla sus razones (que pueden incluirse en una sola): los lectores actuales carecen de competencias lecto-literarias, que incluyen la experimentación de la vida, entre otras habilidades, para descifrarla.
El mundo del café instantáneo nos ha dado también otro tipo de usuarios de los medios de comunicación que hoy determinan las prácticas de la lectura en la era digital. Ferris Jabr señala en su artículo The Reading Brain in the Digital Age: the Science of Paper versus Screens, que la lectura en pantalla hace que el proceso sea menos profundo y que la comprensión disminuya; asimismo, presenta estudios que muestran que la lectura digital es más difusa y por lo mismo produce menor retención en el lector.
Ese efecto podemos constatarlo diariamente quienes damos clases a ‘nativos digitales’ quienes se pierden todos los días en lecturas no complejas, lineales en cuanto a los significados, pero que les generan dispersión a partir de la ”expansión” a que conducen los hipervínculos y otros distractores visuales y auditivos que se imbrican en los mensajes de internet. Hemos observado, por lo mismo, que una mayoría significativa de los alumnos actuales de educación superior presenta rasgos volátiles y limitados de concentración. Sin embargo, también hemos percibido una actitud voraz y abrumadora frente a la lectura, como si todos los textos se pudieran scrollear. Leen muchísimo, pero leen rápido, como si el mundo los persiguiera y al mismo tiempo quisieran engullirlo a grandes cucharadas.
Este proceso vertiginoso los sobreestimula y por ello el procesamiento crítico de la información no cuenta con el tiempo suficiente para que sea sólido y profundo, de modo que la mayoría de los usuarios prefiere lecturas sencillas donde el torbellino de información no los complique y puedan procesar fácilmente conceptos globales. Aparentemente podríamos pensar que estas nuevas realidades agilizan la lectura, pero más bien fomentan la memoria selectiva, utilitaria y a corto plazo.
Sin duda, son muchas las habilidades que el mundo digital puede generar en los lectores nacidos en la era digital, como sostiene Manuel Santos en su artículo Cognición digital y pensamiento disciplinario: “el uso sistemático y coordinado de la tecnología digital como internet puede contribuir directamente en el desarrollo de hábitos disciplinarios en los estudiantes”, pero es poco el trabajo académico que realizamos los docentes para promover, en realidad, estas posibilidades. Es evidente, como también ha demostrado Maryann Wolf, que es necesario desarrollar habilidades distintivas para leer en cada uno de los formatos (aunque ella prefiere la potencialidad de los textos en papel), y por ello no se trata de satanizar los efectos del internet en los nativos digitales, sino de ofrecer alternativas en sus procesos de lectura y comprensión del mundo para que sean capaces de evaluar, discriminar y procesar críticamente los diversos tipos de textos, independientemente de su plataforma.
Rayuela, quizás, es anacrónica pero no por sí misma, sino porque la mayoría de los lectores actuales ya no tienen las habilidades requeridas para interpretarla, por eso prefieren otros textos narrativos que no los lleven a mayores complejidades. Pero las habilidades o condiciones naturales del lector actual, hiper estimulado, ha generado también otro tipo de textualidad más adhoc a sus propias competencias, por ello es urgente que, como docentes de lengua y literatura, promovamos el desarrollo de la lectura crítica y selectiva para que los usuarios actuales tengan experiencias de asimilación e interpretación más gozosas y complejas.
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