Una novela para todo público: La guarida de las lechuzas
Hace poco, se presentó una de las últimas novelas juveniles de Antonio Ramos. Para seguir con el criterio que últimamente me convence más: su lectura me ha dejado cuestionando la inclusión del adjetivo ‘juvenil’ para referirla. Y es que es una novela que podría formar parte del corpus literario nacional sin necesidad de acotaciones de ningún tipo. Claro que es una novela que TAMBIÉN pueden disfrutar los jóvenes. Pero indudablemente es un texto literario a la altura de cualquiera de las narraciones de Ramos Revillas.
Antes de abordar la novela, haré un pequeño apunte para hablar de Antonio Ramos y sus estrategias narrativas. Conocí a Toño cuando fuimos becarios del Centro de Escritores de Nuevo León y semanalmente compartíamos nuestros escritos. Para mí, cada reunión era una fiesta. No sólo por la excelente compañía, sino también por todos los exabruptos que surgieron. De hecho, nos toco ver cómo uno de nuestros compañeros renunció a su beca, en medio de gritos y sombrerazos. Pero sobre todo, porque los proyectos dominantes eran de narrativa: Diana y yo estábamos trabajando un proyecto de cuentos, Toño una novela y Luis Aguilar uno de ensayos. La novela de Toño, cuya trama abordaba la vida de la lucha libre, era muy atractiva por muchas razones: su narración era muy clara, pausada y firme. Los personajes estaban configurados con una maestría extraordinaria que los hacía existir en la realidad.
Esas características, creo, han sido una constante en la escritura de Antonio Ramos y han llegado a niveles de perfección narrativa en sus cuentos, como los que se incluyen en Dejaré esta calle. En ellos, logra una contundencia implacable por sus recursos, particularmente con las voces narrativas que, sin duda, logran empatía con el lector. Con su novela de luchadores, Toño me atrapó en un universo que me resultaba ajeno, pero sumamente atractivo. Por eso la incursión de Toño en lo que se ha dado por llamar literatura juvenil es fundamental para que los lectores adolescentes se involucren en propuestas cuya intención es estética y sobre todo están contadas para disparar la reflexión, el juicio crítico y la emoción estética del lector, cuestiones que no siempre se toman en cuenta cuando se pretende difundir la literatura entre los jóvenes, desde la escuela o la casa.
Una revisión rápida sobre la práctica de lectura en la escuela nos permite corroborar que en ella se está enfatizando la función eferente de la literatura, entendiéndola como un vehículo moralizador y formativo; esta inclinación también se percibe en el ámbito editorial. Es decir, muchas ediciones están diseñadas para ser productos de consumo por públicos específicos (que, además, tienden a ser voraces), donde sobresalen los triángulos amorosos, los personajes estereotipados y un enfoque didáctico como propósito final de la experiencia lectora, pero que nada aportan desde lo literario. Leer una novela de estas características sería casi como estar frente al televisor.
Sin duda, algunos críticos podrían considerar que lo que se difunde como literatura juvenil, entonces, consiste en un corpus de historias sencillas, con un lenguaje llano y directo, que aborda temas propios de la adolescencia y que tienden a dejar una moraleja o moralización en el lector. Y algunas corrientes críticas piensan que todo lo que se escribe para niños o jóvenes pertenece a la categoría de eso libros que son medio tontos y que no tienen intención literaria.
Felizmente, la escritura de Antonio Ramos es ajena a esa tendencia; ofrece posibilidades de lectura literaria muy actual, de interés general, no sólo para los lectores jóvenes, pero que sin duda por su problemática y emotividad puede tender puentes sólidos para que estos lectores establezcan una transacción real con el texto, como llama Rosenblatt a este efecto, es decir, que vivan un pacto ficcional determinante, como una experiencia vital.
En La guarida de las lechuzas, el autor presenta una historia cuya isotopía principal se delinea a partir de la caracterización sólida de los personajes, en la que predominan sus conflictos internos. Esto nos lleva a imbuirnos en el universo juvenil, en sus dramas, sus conflictos éticos, su toma de decisiones desde las primeras vivencias independientes. Abandonar la seguridad del mundo infantil significa aventurarse en experiencias extremas que causan más dudas que certezas y esta angustia se puede experimentar al lado de David, el protagonista, quien enfrenta un proceso de crecimiento y búsqueda intenso pero doloroso.
Otro de los recursos más eefectivos es la narración en primera persona, lo que permite al lector acompañar al protagonista por todos los vericuetos de sus acciones y pensamientos; esta historia se centra en los personajes, pero desde una perspectiva muy íntima. Podemos, por ello, enfrentar la experiencia de vivir a través de las tribulaciones de David, quien realmente es un chico como cualquiera: así de complejo, así de vivo.
Con un ritmo ágil pero reposado, el autor se detiene en momentos que revelan con certeza la psicología de los personajes, o en acciones fundamentales para la trama. Otras escenas son relatadas de forma acelerada, para proyectar el tono y la emoción de los personajes, por eso su lectura resulta emocionante.
Uno de los recursos que más han llamado mi atención en la novelística juvenil de Ramos Revillas, y que agradezco infinitamente porque me permite sostener diálogos y reflexiones infinitas con mi hija adolescente, es que no es un autor paternalista que quiera darnos un dulce frente a las terribles realidades que nos atribulan. Toño no condesciende con el lector; al contrario, lo enfrenta a la vida y a su propia naturaleza. De alguna manera podría decir que su estilo es híper realista, por lo que no podemos esperar de él desenlaces holiwoodenses o maniqueos.
Ya no quisiera entrar más en detalles formales, pues de alguna manera, reducen el planteamiento lúdico del texto literario, pero sí quisiera invitarlos a la lectura de La guarida de las lechuzas. Encontrarán una historia intensa, cautivadora, terrible, pero aunque suene paradójico, esperanzadora.
‹ Enamoramiento y literatura I (o cómo llegué a ser biblionauta) De lo cotidiano (que termina en Guerra mundial) II ›
Gracias, Dalina, apenas pude leerlo!