El horror actualizado de los cuentos infantiles en La más densa tiniebla
Genette establece en su Palimsestos que ningún texto se crea a sí mismo; toda escritura parte de un texto anterior o de elementos de textos anteriores (sus teorías son muy interesantes y básicas para explicar los juegos transtextuales tan recurrentes en la literatura contemporánea) y precisamente este recurso distingue al último libro de Toño Malpica publicado por El Naranjo, La más densa tiniebla, cuyo planteamiento ofrece una experiencia lúdica que nos invita a reconocer las referencias que dan origen a las historias entretejidas, por una parte, pero también tiene el efecto de ponernos a temblar, pues estas reinterpretaciones hipertextuales están elaboradas por una mente que le apuesta todo al terror (¿Cuánto miedo puedes soportar, Mendhoza?[*guiño]).
Además de los recursos ‘cinematográficos’ y su ágil narrativa, la saga de terror de Malpica (El libro de los héroes) se caracteriza por traernos el miedo a terrenos muy cercanos, actuales, donde conviven elementos sobrenaturales con miedos más realistas suscitados por nuestra propia naturaleza: el mal, el horror y los demonios no tienen origen únicamente en lo fantástico, sino en el egoísmo y la ambición de los seres humanos. Estos ingredientes, sin duda, son esenciales en la construcción de La más densa tiniebla, pero además las referencias intertextuales nos dejan ver tanto el “espeluznante homenaje” que el autor rinde al padre de la literatura infantil, Hans Christian Anderesen, así como otras referencias que resultan atractivas para el lector, como la alusión a Alicia en el país de las maravillas precisamente en la narración principal del texto, donde Karen, una adolescente moderna y medio berrinchuda se calza unas zapatillas rojas para verse encantadora en la fiesta del chico que le gusta, pero que vive en una ciudad distante.
Al inicio, todo parece indicar que tendremos una re-mirada al famosísimo cuento del autor danés, Las zapatillas rojas; sin embargo, la situación se complica cuando Alicia, perdón: Karen resbala dentro de un pozo donde vivirá experiencias extrañas que combinan planos ficcionales paralelos, ¿acompañada? de un hombre mayor -que en las ilustraciones es el mismísimo autor, y que la confinan a escuchar, en voz de ¿personajes? aterradores las historias más alucinantes y pavorosas, curiosamente derivadas de otros ‘tradicionalmente lindos’ cuentos infantiles (cuyos títulos no revelaré para que el lector pueda jugar a descubrirlos en la medida en que lee). Adelantaré, sin embargo, que no se trata de “nuevas versiones” de un cuento clásico; sino de totales reinterpretaciones, más oscuras, densas y terribles.
La forma en que Malpica recupera la tradición de los cuentos clásicos infantiles, para lectores del siglo XXI, desde una estética del horror muy fina, se complementa con las interesantes ilustraciones de Joaquín Aragón que sobresalen por la mirada que otorga a cada uno de los personajes. En ellos podemos ‘leer’ diferentes estados de ánimo a partir de la composición visual de sus rostros.
Las historias que le relatan a Karen nos harán sentir miedo e indignación, pero también una curiosidad creciente como la que la llevó a caer dentro del pozo. De hecho, la historia que más disfruté por escalofriante es la que relata la muñeca ciega, precisamente porque es una historia de amor. De un amor tan intenso que provoca maleficios. Un aspecto que singulariza la propuesta de Toño Malpica es que, lejos de tener una intención didáctica o moralizadora, como sí la tenían los cuentos clásicos referenciados, su intención es provocar preguntas a partir del espanto.
La actualización de los cuentos clásicos para niños en la revisión que hace Toño Malpica (desde el lenguaje, el tono, la capacidad para generar miedo e incertidumbre) hace que los relatos sean apropiados para lectores de cualquier edad y experiencia lectora; incluso me atrevo a asegurar que la lectura será más enriquecedora cuanto más experto sea el lector. Estos siete cuentos clásicos tienen giros sorprendentes, inteligentes; cada uno de los relatos es un verdadero homenaje al escritor danés pues no solo tratan de “maquillar” los textos originales (lo que conllevaría el riesgo de desvirtuarlos), sino que los toma como un detonador de la inspiración para crear un universo autónomo donde, contrario al hipotexto, la realidad que nos muestra está llena de espanto.
De forma casi contradictoria, cada que tengo oportunidad, le hago saber al mundo que no me gusta el terror. Cuando tenía nueve años vi, con una querida amiga de la infancia (apenas un año mayor que yo), El exorcista y no me quedaron ganas de volver a ver una película de esa naturaleza. Así pasé mucho tiempo. Sin embargo, en la adolescencia, no sé por qué, novelas como Carmilla o Drácula, o los cuentos de Poe, no podía considerarlos como ‘de terror’. Eran historias donde algunos elementos sobrenaturales tenían efectos que trascendían el simple sobresalto del susto fácil. El entramado, lejos de causar miedo, me llevaba a hacerme preguntas, a buscar explicaciones. La más densa tiniebla, sin duda, ha llegado a sumarse a este corpus de historias oscuras que generan miedo y placer al mismo tiempo.
‹ Pequeña apología del Mundo Umbrío Ideología para pequeños lectores ›