De lo cotidiano

Bitácora de Dalina Flores

Colores y matices en los libros para niños

Desde una perspectiva optimista, casi ingenua, podríamos considerar que la tecnología nos ha provisto de una serie de redes ilimitadas para comunicarnos. La internet determina los paradigmas por donde circula una información tan desmesurada que, lejos de esclarecer disyuntivas o conceptos, los hace más opacos y, por ello termina siendo una gran generadora de controversias. En medio de este galimatías, las discusiones no se han hecho esperar. Todo el mundo quisiera imponer sus puntos de vista, derivados de las condiciones de su crianza y su cultura circundante.

Una de las controversias más actuales se ha generado a propósito de las múltiples manifestaciones que realizan algunos mexicanos para oponerse al reconocimiento de los derechos de otros grupos. Lo que subyace en sus aspiraciones es una ideología conservadora que, al mismo tiempo, legitima una serie de prácticas tendientes a rechazar a priori lo que se desconoce. De ahí que sea tan importante el diálogo y la información responsable. Por eso, tendríamos que asumir nuestra responsabilidad como promotores del pensamiento crítico, para que los más pequeños tengan herramientas que les ayuden a evaluar y seleccionar la información con la que construyen y construirán sus estructuras culturales.

En este sentido, es fundamental la literatura. Como sabemos, la naturaleza polisémica del texto artístico estimula múltiples posibilidades de interpretación a partir de la formulación de inferencias en las que el lector relaciona su experiencia personal con la experiencia estética a través del juego. Porque todo texto literario también es lúdico, aunque no deje de pronunciarse sobre profundos asuntos sociales. En relación al respeto hacia la diversidad, en particular, la literatura infantil y juvenil ha hecho propuestas muy interesantes que trascienden los dogmas para recuperar la esperanza. Algunos de sus textos presentan, por un lado, escenarios donde la diversidad es parte del orden “natural” de las cosas, pero también otros donde se pone en tela de juicio la idea utópica de la familia tradicional como la opción única para la crianza de los niños.

Estas propuestas, en la mayoría de los casos, no pretenden alienar ni domesticar el espíritu de los niños, al contrario, son universos complejos que abren puertas a su imaginación y a su capacidad para conocer y comprender “la otredad”. Desde el juego lingüístico y estético, algunos autores que escriben pensando en los niños han articulado propuestas donde el concepto de familia, como construcción social, es casi tan infinito como las posibilidades que ofrece cualquier interacción humana. A veces no es tan necesaria una reflexión profunda, sino sólo un atisbo rápido a la historia de la humanidad, para darnos cuenta de que el origen de la familia está en el servilismo (del latín famulus=sirviente o esclavo) y si bien, entonces, todos los miembros del grupo se consideraban parte del patrimonio de un “señor”, actualmente esa conceptualización se ha modificado para generar otros modelos comunitarios.

Dentro de estos nuevos imaginarios sociales, como hemos apuntado, es posible detonar la reflexión de los pequeños a través del texto literario, por lo que es necesario seleccionar para ellos libros que escapen de lo dogmático y los lleven a realizar sus propias conjeturas. Por supuesto que los textos informativos y formativos son necesarios para el desarrollo del juicio moral y cívico y, quizás, alguna “ficción” de algún libro álbum, como Nicolás tiene dos papás, podría apuntalar la intención pedagógica del texto; sin embargo, los pequeños lectores merecen estímulos más retadores que una simple descripción maniquea sobre lo lindo que puede ser una relación de pareja entre personas del mismo sexo.

En este pequeño álbum ilustrado realizado por Leslie Nichols y Ramón Gómez, el pequeño Nicolás nos cuenta cómo es su vida con dos padres varones que, paradójicamente, tienen bien definidos sus roles (complementarios), mientras equipara su relación familiar con la de su amiga Florencia quien vive con un padre y una madre y también es muy feliz. En su “relato”, el protagonista hace hincapié en las actividades aspiracionales de cualquier pequeño citadino de clase media cuya realidad es, sin duda, muy diferente al modelo familiar que presenta la edición chilena. A pesar de que es un texto que, de buena fe, intenta acercar a los niños una perspectiva de familia diferente, lo hace desde el dogma del “deber ser” ideal, como si fuera la manera “universal” de comprender las relaciones familiares, y por ello, la experiencia literaria del lector es nula.

Por otra parte, hay productos literarios donde también se aborda esta complejidad, pero se da prioridad al juego y la ficción, como en Rey y rey, donde las autoras, desde la intertextualidad de los cuentos clásicos, relatan el conflicto de una anciana reina (soltera o viuda) que debe dejar el trono a su hijo; la condición para probar su madurez es que debe estar casado. Cientos de princesas desfilan a sus pies y ninguna puede robar su corazón, hasta que la última llega acompañada de su apuesto hermano. El desenlace es tan afable como esperanzador. En este tenor, otros autores como Babette Cole, también se han ocupado en publicar libros donde se cuestionan los estereotipos de género y sobre la sexualidad, a partir de la ficción (El príncipe ceniciento, La princesa listilla).

Para lectores con más experiencia, la literatura juvenil mexicana ofrece lecturas que resultan sorprendentes por la construcción compleja de su trama, en las que se plantean conflictos como el divorcio de los padres y, por ejemplo, la culpa que acecha al joven protagonista de El libro salvaje quien, en medio del descontrol y tristeza de su madre, tiene que ir a vivir con el loquísimo tío Tito. Su travesía en la biblioteca de esa casona lo hará madurar para enfrentar a todos los monstruos que empiezan a despertar en su corazón. En oposición a la valentía e independencia de Juan y su hermana Carmen (un poco despistada), Villoro representa, a través de los personajes adultos, diferentes matices de la fragilidad que los hace tan vulnerables. Es decir, la vulnerabilidad es una características que nos distingue como seres humanos, más allá de nuestra edad, pero también nos permite generar prácticas de apego y cercanía para sobrellevar nuestras debilidades.

Como ejemplo de otro texto infantil altamente estimulante, Javier Malpica, a través de una narración agilísima en la voz de una pequeña niña de diez años, cuenta en Cosas que los adultos no pueden entender la transformación familiar que experimenta no sólo a partir de la separación de sus padres, sino también porque su madre se entera de que el abuelo se volverá a casar. En esta novela afloran las emociones provocadas por el miedo a perder la seguridad de “lo conocido”, y en contraparte, encontramos que Sara Amelia, con toda la naturalidad del mundo, defiende la imagen de un tío homosexual, así como la falta de “madurez” de un padre actor a quien le encanta disfrazarse y es un fanático irredento de Elton John. Sin duda, ésta es una novela donde la edad de los lectores no determina su grado de satisfacción pues cualquier adulto puede sentirse identificado muy estrechamente con cualquiera de los personajes, además de que acompañamos a la protagonista por una ruta reflexiva que probablemente nos llevará a comprender una serie de asuntos que, en la realidad, a veces, a simple vista, no vemos o no queremos ver obnubilados por la comodidad de lo cotidiano.

En otro sentido, también algunos autores se han preocupado por cuestionar la crianza tradicional de los niños, como en el libro-álbum de Anthony Browne, Zoológico. En este álbum ilustrado, el autor presenta la visita de una familia, aparentemente normal, a un parque zoológico. La narración, en voz del adolescente protagonista, se enfoca en la descripción de ese paseo; sin embargo, a lo largo de la historia, nos percatamos de que el padre es un hombre egoísta y tirano; el autor va dejando pistas para que el lector se pregunte sobre la validez del encierro de otros seres vivos y de la “forma tradicional” en que una familia establece sus opresoras jerarquías.

Adela Turín ofrece, en Arturo y Clementina, una perspectiva provocadora sobre los roles de género en la conformación de una familia tradicional; ambos personajes, tortuguitas del reino animal, representan la esencia masculina y femenina acerca de las obligaciones comunales: Arturo es el que sale a la vida pública para trabajar y se encarga de ser el proveedor de Clementina quien, instada por su esposo, tiene que conformarse con la vida doméstica aunque ésta aplaste (literalmente) sus sueños.

La literatura infantil y juvenil contemporánea, desde el juego, no desde la imposición de dogmas, permite que los pequeños y grandes lectores hagan sus propias inferencias para comprender y cuestionar la vida, a partir de textos lúcidos y desafiantes de los que siempre saldrán con una experiencia reveladora que quizás los conduzca a transformar su mundo. No podemos perdernos la oportunidad de leer, en primera instancia, estas propuestas literarias y, en segundo lugar, de tener una forma de conectarnos emocional e intelectualmente con los niños que nos rodean.

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