La lectura como vínculo familiar
Una práctica común en muchos medios es la apología hacia la lectura. En los programas actuales de promoción y fomento a la lectura encontramos con frecuencia frases que exaltan, entre muchas bondades, su función como vehículo de acceso a la información, al conocimiento y a la cultura; sin embargo, es importante reconocer que la esencia de la lectura va mucho más allá de la simple intención didáctica o informativa: cuando leemos para nuestros hijos (a pesar de que ellos ya sepan decodificar el sistema lingüístico) o cuando ellos nos leen, se establece un vínculo que, lejos de unificar criterios (no es lo que se pretende, pues lo más importante de la lectura es formar lectores críticos que forjen sus propias concepciones e interpretaciones del mundo) condiciona el nivel y la calidad de comunicación que existe, o empezará a existir, entre los adultos y los niños.
De acuerdo con Felipe Garrido, los niveles de lectura por los que transita un verdadero lector son básicamente tres: el primero de ellos es cuando lo alfabetizan, es decir, cuando aprende a descifrar el sentido que tienen las palabras; después de éste, pasa a la etapa en que la lectura es una herramienta para adquirir los conocimientos que podrá aplicar respecto al mundo, con una finalidad objetiva y utilitaria; estos dos niveles se adquieren en la escuela a partir de la alfabetización y de ejercicios específicos de “comprensión” de lectura. Desafortunadamente la mayoría de los estudiantes (de cualquier nivel escolar) se quedan sólo en estos niveles, generalmente a causa de una errónea o deficiente conducción en el fomento del hábito. Es aquí donde el papel del padre de familia es preponderante para poder desarrollar en los hijos la facultad de realizar lecturas que sean, al tiempo, placenteras y críticas.
El tercer nivel de lectura estriba en eso: lograr que el individuo lea por el gusto de hacerlo; por el gusto de encontrar la armonía, las imágenes, los sonidos de la poesía; por el placer de adentrarse en una novela de ficción, por conocer las personalidades tan complejas que existen en la literatura; y no sólo eso, sino que, a partir de esta lectura que no nos implica “obligación” como en los niveles anteriores, el lector pueda inmiscuirse más profundamente en el texto, para descubrir el mensaje subyacente (subtexto) con que el autor, voluntaria o involuntariamente, se posiciona frente al mundo.
Indiscutiblemente para lograr este nivel de “recepción” se debe realizar un trabajo arduo y compartido. No sólo los maestros tienen la responsabilidad de contagiar el gusto por leer; los padres de familia tenemos que hacer un frente común con los docentes y otras instituciones (como los medios de comunicación) para que nuestros hijos puedan ser los lectores que nuestra comunidad requiere: individuos críticos con capacidades intelectuales, emocionales, espirituales y físicas que contribuyan a la gestación de una sociedad incluyente y respetuosa.
Sé que resulta fácil decir que nosotros, los padres, somos los responsables directos de que nuestros hijos lean pero, a la hora de las verdades, son muchas las dudas que nos asaltan respecto a la forma o las estrategias que deberíamos utilizar para alentarlos en esta práctica (además de que necesitamos disponer de un tiempo específico que muchas veces nuestras labores diarias no nos permiten). Más allá del tiempo que tengamos disponible, o de las actividades diseñadas de manera compleja (como se supone que lo hace la escuela) para involucrarnos en actividades que promuevan la lectura, lo más importante (y que nunca falla) para formar hijos lectores es amor hacia ellos. Si partimos de este principio, nos daremos cuenta de que las actividades que a continuación proponemos no sólo son rápidas y fáciles de llevar a cabo, sino que son prácticas que hacemos casi a diario, o deberíamos hacer, para comunicarnos con nuestros pequeños, conocerlos y saber qué es lo que les preocupa de su mundo:
- Recupera o empieza a desarrollar el hábito de leer por gusto. Date un tiempo aunque sea de quince minutos por la noche o a cualquier hora para leer algo que te guste (que no sean revistas especializadas o el periódico), ya que los niños generalmente aprenden por imitación.
- Trata de llevar a tu hijo a hojear (no es necesario comprar) o comprar libros, por lo menos una vez al mes. Las librerías de la ciudad tienen área para niños en las que se pueden divertir mucho, o bien, en las áreas de libros de los supermercados también se encuentran opciones interesantes de literatura infantil.
- Empieza a leer cuentos infantiles para que puedas tener diálogos en común con tus hijos. Lee literatura infantil para tu propio gozo. Actualmente, la industria editorial se ha preocupado por ofrecer, a los lectores de cualquier edad, literatura infantil con altos estándares de calidad literaria. Además, esta experiencia te permitirá tener referencias comunes con tus pequeños.
- Realiza “tours” con tu hijo y algún amiguito suyo a las bibliotecas públicas que hay en la ciudad, en las que pueden leer libremente mientras tú también lo haces (Fray Servando Teresa de Mier, en la Macroplaza, la del parque España, la de la Casa de la Cultura de Nuevo León -5to. Piso- en estos lugares no sólo se divertirán leyendo sino que podrán descubrir otras opciones culturales).
- Cuando el niño realice algún dibujo, traten de crear juntos una historia para ese dibujo y ayúdalo a escribirla al pie de la ilustración. La espera en una fila o el trayecto en el coche pueden ser un buen pretexto para crear juntos una historia, aunque no tengan donde escribir o dibujar.
- Trata de que el ritual de “buenas noches” incluya la lectura en voz alta de algún cuento pequeño o capítulos de los más extensos o una selección de poesía infantil (cien por ciento recomendable para niños desde los 18 meses de edad). Incluso puedes extender esta costumbre a la hora de la comida. Puedes sorprenderte de todos los temas que se desgranan a propósito de la lectura de un poema, cuento o un fragmento de novela, que nos permiten dialogar en familia mientras realizamos la gozosa tarea de alimentarnos.
- No olvides traer libros siempre contigo. Para ti y para los pequeños. Esto les hará los trayectos muy apasionantes. Pueden leer incluso libros extenso en recorridos largos.
Lo mejor de estas recomendaciones es que los niños y los adultos empezaremos a relacionar la lectura con aspectos emocionantes y afectivos que se desarrollan durante nuestro diario convivir. El libro, entonces, se convierte en un objeto mágico cuyos poderes, además de despertar nuestra imaginación, nos activarán fibras emocionales para tejer nuestro apego a la familia.
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