Lecturas para escuchar y dialogar
La violencia actual hacia las mujeres, violencia de género, como Rita Segato prefiere nombrar esta opresión, ha provocado un clima de convivencia ríspido entre diferentes frentes ideológicos y sociales, en muchos espacios, pero sobre todo en redes sociales, donde predomina una actitud soberbia y altanera que cancela, a priori, cualquier tipo de diálogo. Por un lado, tenemos el conservadurismo, cuyo principal interés consiste en seguir dando vigencia a las prácticas socioculturales que hasta ahora hemos construido y que ha permitido a algunos grupos gozar de privilegios (de los cuales pueden ser conscientes o no); por otro, algunas prácticas derivadas del pensamiento feminista, como el feminismo fundamentalista, ha hecho creer, de manera superficial, que los enemigos de las mujeres son los hombres, y en este discurso aplican la misma violencia sobre los otros (pareciera que sólo buscan un simple cambio de ejes). Las luchas feministas no se pueden simplificar de esa manera pues las mujeres no buscamos pasar de oprimidas a opresoras.
Lo que buscamos desde distintas trincheras es detener la violencia causada por la hegemonía patriarcal desde la que se han establecido prácticas machistas que, independientemente del sexo o género de las personas que las ejerzan, se sostienen en la idea de objetualizar y aprovecharse del otro, del más débil. En este sentido, buscamos nuevas formas de reproducción y distribución del poder, de manera que no haya opresión de unos sobre otros, sino equilibrio. Sin embargo, no se trata solamente de formular teorías y ecuaciones para dictaminar una nueva forma de relacionarnos social y políticamente, sino de luchar desde el fondo de estas prácticas, para modificar la inercia que nos ubica en lugares muy cómodos a quienes tenemos algunos privilegios (como el simple hecho de asistir a una escuela o tener una plataforma donde escribir), pero que confina a otros, sobre todo otras, a ser explotados.
Para empezar a transformar nuestros hábitos y costumbres, necesitamos escuchar las voces de la otredad a través del diálogo, lo cual conlleva a tratar de entender qué es lo que dicen los grupos que intentan cambiar el mundo y sus tradiciones, sobre todo, desde dónde lo dicen, cuáles son los discursos y las prácticas históricas que nos han puesto en el estado combativo, condescendiente o reaccionario, en el que cada persona se encuentra. De ahí que sea tan urgente inmiscuirse en el pensamiento feminista, no como una obligación académica, sino como una estrategia para comprender la realidad. Y la mejor forma de escuchar es a través de la lectura.
Antes de hacer algunas sugerencias de lectura, debo confesar que desde siempre he tenido el privilegio de contar con el amor y la cercanía de mis padres y hermanos, que he gozado de la educación más digna que pueda haber en este país y que mi vida siempre ha estado rodeada de hombres y mujeres maravillosos. Y no por estas ventajas no he sufrido violencias de género; sin embargo, podría asegurar que he tenido también el privilegio de defenderme y de hacer que mi voz sea escuchada, sobre todo, porque desde que era muy joven tuve la fortuna de acercarme a diferentes corrientes del pensamiento feminista, que si bien me llevaron a ser consciente de mis privilegios, también pude comprender por qué todavía nos falta mucho camino por recorrer en la lucha por la equidad y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
Cuando estaba en la preparatoria, tuve la fortuna de leer a Simone de Beauvoir a través de El segundo sexo, donde expone de manera clara y reveladora sus ideas sobre la construcción del concepto de mujer y cómo hemos sido confinadas artificialmente a una serie de prácticas en función de las necesidades de los varones; pero comprendí con mayor profundidad su discurso en La mujer rota, novela cuya trama gira en torno a la vida de una mujer educada de clase media que, a pesar de sus privilegios, está esclavizada, de una forma tan sutil que ni se nota, a tomar decisiones que la llevan a perder sus libertades desde la imposición de una cárcel que ella misma se fabrica.
Los libros de la filósofa francesa, sin duda, son esenciales para comprender el “feminismo de la equidad”, sin embargo, hay muchas otras voces de mujeres que desde Latinoamérica y España nos han llevado a comprender que hay muchas variables, no sólo el género o sexo, que se intersectan en los diferentes niveles de opresión, por lo que sería absurdo hablar de un solo feminismo o de una sola lucha, pues cada mujer, en cada pueblo del planeta, está sujeta a diferentes formas patriarcales de opresión.
En el libro Diálogo y Diferencia. Retos feministas a la globalización, las investigadoras Sylvia Marcos y Marguerit Waller recopilan textos de diferentes autoras donde exponen las enormes diferencias conceptuales entre los feminismos que se desarrollan en Europa y los que empiezan a despuntar en las zonas rurales del centro y sur de nuestro continente o el africano, enmarcado por prácticas rituales muy diversas y enfatizan que la economía es determinante para entender la construcción de los roles de género y las distintas relaciones del ser humano con el medio ambiente, en oposición a lo que plantea el discurso del feminismo occidental explicado por Julia Kristeva en El tiempo de la mujeres.
Un libro fundamental para entender lo complejo y variado de las luchas feministas sin duda es Feminismo para no feministas, de la española Rosario Hernández Catalán (además es ameno y no por divertido deja de ser profundo), en el que explica cuál es el problema de la violencia machista y la forma en que todos estamos involucrados en erigirla y legitimarla como práctica cultural vigente. Este libro es fundamental porque deja muy claro que las luchas feministas no son contra los varones; al contrario: es indispensable que se involucren en la detención de las prácticas devastadoras del consumismo capitalista, para frenar la violencia que los seres humanos ejercen sobre los más débiles, entendidos éstos como los grupos más vulnerables: mujeres, pobres, niños, animales, naturaleza en general.
Asimismo, una lectura esencial e imprescindible es Abrazar la vida. Mujer, ecología y desarrollo, de Vandana Shiva quien hace un paralelismo entre la opresión hacia las mujeres y la explotación desmedida que hemos ejercido sobre el medio ambiente. Desde la perspectiva del ecofeminismo es más evidente cómo esta lucha es contra los estragos terribles que ocasiona el consumismo capitalista y que nos afecta a todos los seres vivos de la Tierra.
Por otra parte, la miríada de perspectivas feministas también ha dado lugar a una serie de propuestas donde el cuerpo de la mujer es producto de su propia conciencia, como en el libro de Christiane Northrup, Cuerpo de mujer- Sabiduría de mujer, que explica, en términos médicos, cómo la famosa frase “lo personal es político” ha producido una serie de generaciones de mujeres débiles y enfermizas, pues de acuerdo con ella, no puede producirse ningún tipo de curación para las mujeres mientras no hagamos un análisis crítico de nuestra realidad y cambiemos nuestras prácticas, creencias y suposiciones culturales. Para la autora, el patriarcado marca en la cultura la idea de que el cuerpo de las niñas, su vida, su ser femenino, es un acontecer por el que hay que sentirse avergonzado y pedir perdón por ello; para recuperar nuestros cuerpos es urgente cambiar este rumbo.
Es importantísimo, a partir de una perspectiva antropológica, considerar a Rita Laura Segato y su libro Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres, construido en gran parte en México a partir del caso de las mujeres asesinadas y desaparecidas en Ciudad Juárez, donde explica que la vigencia de la violencia machista se debe a la participación de las mujeres en la difusión de prácticas opresoras paternalistas, y asegura que es necesario el surgimiento de una conciencia feminista que, importantísimo: no es exclusiva de las mujeres.
No sólo a través de la teoría crítica es posible revisar las propuestas feministas para reconfigurar la concepción que tenemos del mundo, también es necesaria la lectura de obras literarias de autoras como Rosario Castellanos, a través de su poesía o su teatro (El eterno femenino), o la extraordinaria novela de Margaret Atwood, El cuento de la criada, incluso las novelas de Gioconda Belli, El intenso calor de la luna o La mujer habitada, para empezar a cuestionar las relaciones que siempre hemos entendido como “normales” entre hombres y mujeres, independientemente de nuestra edad y nuestros compromisos con el mundo que nos rodea.
Desde cualquier perspectiva: social, antropológica, ecológica o literaria, la mayoría de las autoras que han reflexionado sobre el feminismo coinciden en que el enemigo es casi invisible pues resulta muy fácil caer en la comodidad de la vida bajo esquemas patriarcales proteccionistas, y por eso mismo resulta seductor y paralizante. Así pues, es necesario leer el mundo, leernos a nosotros mismos, para entender cómo hemos fraguado nuestra ideología y cómo y por qué se resiste a los cambios que, sin duda, podrán mejorar la calidad de vida de todas las personas.
‹ Coliflowers especiales para mis sobrix Setas a la mexicana y la reina de Moctezuma ›